«¿A cuál le vas, azul o colorao?»

“¿Cómo puedes conformarte, Juan, con un solo cielo si hay toda una América del otro lado del mar?”

En esta pregunta que José, amigo de la infancia y de la vida y el alma de Juan, le hace a su otro yo tan distinto, tan dispar, tan complementario y necesario, en la canción de Serrat que un día fue para mí reiterativa e inevitable, puede que se encierre el mundo y su esencia.

Hacía más de diez años que no la escuchaba, y la otra noche, al hacerlo, comenté sin dudarlo (y sin pensarlo) justamente esto, que en esa pregunta se encierra el sentido de la vida.

Y lo creo, vaya si lo creo.

Juan y José, mismo punto de partida, quizá igual destino, recorrido absolutamente dispar. Uno aventurero, recorremundos, buscavida(s); el otro, lo contrario.

O puede que no tan contrario. Porque, ¿qué es conformarse? Para José, recorriendo, disfrutando, paladeando y exprimiendo toda América, su amigo Juan se conforma al quedarse con su mundo de siempre, en su mundo de siempre, previsible y monótono. Y aún así, a buen seguro, en bajito y sin decírselo ni a sí mismo, más de una noche bajo la Cruz del Sur extrañaría, sin duda, la vida plácida, ordenada, sosegada y sin sobresaltos que dejó atrás al elegir.

Y con Juan y José ando yo estos días en la cabeza y en el alma, como metáfora y como música, como anclaje y como propulsor.

Que no sé conformarme, lo intuyo, siempre lo he intuido y en más de una ocasión relevante lo he dicho y lo he sentido. Que conformarse es más amplio que todo esto, y que no ha de ser tan difícilmente conjugable, que no tiene por qué ser sinónimo de renunciar, lo razono.

No sé si es el otoño, el silencio de estos tiempos, todo lo por decir y nunca dicho, todo lo que pensé escribir y callé, las advertencias de este año convulso y de cambio, los cuarenta que estreno, requisitos del guión o pura y dura necesidad, pero lo cierto es que en la pregunta del principio, en su difícil equilibrio, se encierra la hoja de ruta.

Y en la mía, tan de idas y venidas, tan de recodos y señales confusas, tan cargadita pese a todo de motivos y razones, de ganas y proyectos, de sillas peligrosas en las que pararte y no seguir, de conformismos y pataletas, de rebeldías y postergaciones, no sé bien si quiero un cielo seguro o la posibilidad de un arcoiris triple aunque su belleza conlleve tormentas de las que arrasan.

O si lo sé, y no quiero saberlo.

Total, que, como en la canción, yo también puedo decir aquello de “qué cosas, Juan, tanto rodar y estamos otra vez en donde lo dejamos”… en las mismas preguntas que me hice a los trece y que sigo sin responder, en el mismo (des)conocimiento, en la misma incapacidad congénita para elegir y decidir sin mirar para el otro lado, con igual desorientación y la certeza intuida de que siempre hay bifurcaciones, pero que nunca son definitivas… quizá lo único distinto es que el tiempo corre, y ya va siendo hora (de hacer, de deshacer, de “desconfundirme”, de decidir, de sopesar, de descubrir, de atreverme, de optar…)

Así que vale equivocarse, dejar que el José que en todos vive coja el timón y nos empuje a hacer un triple salto mortal y un corte de manga a tanto impuesto (¿autoimpuesto?) y previsible y nos lleve de la mano a coger el primer barco que zarpe hacia los sueños, o decidir ser Juan y apostar por la monotonía plácida de lo seguro, de lo amable, de lo previsto, de los cimientos.

Empezar, no más. Para eso sirve octubre, para eso la “crisis” de los cuarenta, los sustos y las advertencias. Para y por eso estamos vivos, para vivir, para seguir, equivocarnos, avanzar, retroceder, continuar, ilusionarnos, retomar, contradecirnos, completarnos, creer y crecer.

A por ello, aunque sea en círculo.

http://www.youtube.com/watch?v=b19yb1wutWs

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