Que crecer es perder certezas, lo sé. Que vivir es construir más dudas es de las pocas cosas seguras que tengo.
Así que, como corren tiempos de entender que deconstruir es algo más que cocinar con hidrógeno, me aferro a amigos y momentos, a fandango y bulería, para afirmar que no tener verdades absolutas más allá de personas no es malo, sino lógico y evolutivo: a los quince (o a otra edad con unas manitas de once de las de restablecer equilibrios y justicia aunque sea con piedras) tendemos a pensar en absolutos y verdades, pero más alante somos cientos quienes no afirmamos nada al cien por cien -ni mucho menos-, sino que nos refugiamos en momentitos y agarradas, en tres lunas y un buen vino para recobrar la calma y la sonrisa, la confianza y la fe para saber que la fuerza se consigue en esta guisa, en ratos de vivir y disfrutarse, de encontrar espejos y sintonías, lucidez y mucha risa, porque dudar es vivir y viceversa, y saberse es conjugación de sabor y también de conocerse, metáfora de luz y de arcoiris, de exprimir calendarios y alegrías.
Y a ello vamos, dubitativos, vivos: las certezas para otros más obtusos, menos ciertos, prematuros.

Publicado en Sin categoría | Deja un comentario

Música.

Tengo la suerte de que me cantaron en la tripa de mi madre, y de ahí, supongo, esta necesidad imperiosa e irrenunciable de soñar en re mayor.

Música, de todo tipo, de cualquier clase, época y condición (vaaale, regetón no!! ;P) Música siempre, a todas horas, en las alegrías y en las tristezas, como bálsamo y como revulsivo, como detonante y como consecuencia.

Cualquier momento de mi vida tiene su banda sonora, y no recuerdo ni un solo tiempo en que un pentagrama no alegrase mi vida o acunase mis derrotas.

Mi padre, melómano absoluto, me transmitió en la música, (como en los toros, como en la vida) la tolerancia y la apertura, que cabían igual Carlos Cano que The Rolling Stones, cualquier copla o Simon&Garfunkel, Serrat o lo último que sonase ese año, zarzuelas y Pachelbel, por contradictorio que pudiera parecer.

Me veo a los cuatro cantando a voz en grito a Mocedades o a Perales, a los 13 rindiéndome para siempre a mi santo civil san Joaquín Sabina, en mi época de John Lennon como estandarte y guía, en los días de Antonio Vega y su décima de segundo, siempre sintiendo en clave de Concha Piquer, en los días de descubrir novedades en Radio 3, en mis eternos cantautores, en los tiempos más recientes de rendirme a The Outlaws, Terry Reid, Allman Brothers Band o Lynyrd Skynyrd, pero siempre conjugándolos con MARWAN, LUIS RAMIRO o Andrés Suárez… me reconozco cantando a Jarcha y a Silvio Rodríguez como si me fuera la vida en ello, y siempre con una guitarra en las comidas familiares empezando la variada e interminable sucesión con nuestro himno particular, el «no estaba muerto» de Peret, para recorrer desde Paco Toronjo a los Inhumanos sin despeinarnos… porque no hay juerga que se precie en que la música no sea una invitada más, un mes en que no tenga ganas de un concierto ni una tarde de domingo en la que una canción no me salve.

Publicado en Sin categoría | Deja un comentario

Desdisfrazarse.

Noviembre se desdisfraza, y qué mejor que la tarde de un domingo para hacerlo, para entrar de golpe, arrasando, tirando la careta al suelo como cuando empiezas a desnudarte por la escalera, presa de una pasión irrefrenable, sin ganas de controlarte ni disimular.

Para despedir la temporada de terrazas, un vino sonriente y con poso antes de que esta tarde se vistiera de nubes y llovizna, de la esencia propia de las auténticas tardes de domingo, desasosegantes, grises, de balance… esto se llama, pues, exprimir: estrujar hasta el último momento, hasta lo (im)posible, con la conciencia plena y el corazón en danza.

Y ahora, a lo que toca: a los días sin excesiva luz -salvo por la que te regalan quienes te alumbran-, a los pies fríos, las noches largas y a las tardes, como esta, de música obligatoria y cabrona que pega con el tiempo y el momento, con el calendario y el horario,… tardes breves de recrearse en melodías y letras de las que pellizcan y a la vez redimen, porque no quiero salvaciones de todo a cien, soy más de mirar a la realidad de frente e invitarla a un trago, a ver si en el penúltimo somos capaces de llegar a un acuerdo de no agresión.

Publicado en Sin categoría | Deja un comentario

Noviembre.

Noviembre, que sabe a nueces y manzanas, que pincha como los “pellizos” de las castañas, que es amarillo como los membrillos rugosos, y húmedo como la hierba plagada de rocío, que nos regala setas de las que, con el punto justo de picante, te devuelven la fe y la vida una noche de luna creciente.

Noviembre, que huele a cisco y chimenea, que se detiene en un fuego que crepita, lento, a la espera de un beso que nos salve.

Noviembre, que se inicia mirando atrás, a los que fueron y se fueron, a quienes no están.

Noviembre, que me robó mucho y me regaló otro tanto, el mes once, el de los unos que nunca suman dos, con el que siempre he tenido una relación ambivalente, estrecha y nostálgica.

Noviembre, que ha llegado sin permiso y despistado con este sol que suena a mayo, pero que aún así no puede negar quién es debajo de su disfraz de primavera.

Y aquí ando, imbuida de él, zambulléndome, mirándole a los ojos y tendiéndole la mano para que confíe y sus dominios se desarrollen plácidos y seguros, pensando en mis santos que no están, esos que me forman, que me conforman, a quienes confirmo hoy y cada día, con cuyas presencias ausentes me acompañan y me son, y a mis otros santos, tan corpóreos, tan necesarios para que la vida no deje de serlo.

Porque me reconozco inconclusa e incompleta sin quienes me hacen ser y levantarme, sonreír y exprimir el tiempo, los momentos y las ganas. Esos “quienes” a los que no llevo flores pero que me acompañan en mis pasos cada vez con más fuerza (mi padre, cada uno de mis abuelos, el tío Pepe…), y esos otros santitos, en su mayoría ateos, o al menos descreídos, que constituyen mi biblia y mi armadura, mi motor y mi sonrisa: mi familia, toda ella electa, la de sangre y la otra: los que vinieron impuestos y que, de no haber sido así, habría escogido como propios, y mis amigos, aquellos que, lejos o cerca, de a muchos o a ratines, de siempre o recientes, me dan motivos y certezas, fuerza e impulso para comerme el mundo sin dudarlo, aderezado con mucha sal de esa que, unos pocos, tienen y regalan curando heridas y llenándome de ganas y futuros.

Así, que venga noviembre, que le acompaño gustosa a caminar sus días, con música en el alma y ganas de cantar a dúo, varias promesas chiquitas que susurrarle al oído y una colección de sueños que, queriendo y con vosotros, jamás nos queden grandes.

Publicado en Sin categoría | Deja un comentario

«¿A cuál le vas, azul o colorao?»

“¿Cómo puedes conformarte, Juan, con un solo cielo si hay toda una América del otro lado del mar?”

En esta pregunta que José, amigo de la infancia y de la vida y el alma de Juan, le hace a su otro yo tan distinto, tan dispar, tan complementario y necesario, en la canción de Serrat que un día fue para mí reiterativa e inevitable, puede que se encierre el mundo y su esencia.

Hacía más de diez años que no la escuchaba, y la otra noche, al hacerlo, comenté sin dudarlo (y sin pensarlo) justamente esto, que en esa pregunta se encierra el sentido de la vida.

Y lo creo, vaya si lo creo.

Juan y José, mismo punto de partida, quizá igual destino, recorrido absolutamente dispar. Uno aventurero, recorremundos, buscavida(s); el otro, lo contrario.

O puede que no tan contrario. Porque, ¿qué es conformarse? Para José, recorriendo, disfrutando, paladeando y exprimiendo toda América, su amigo Juan se conforma al quedarse con su mundo de siempre, en su mundo de siempre, previsible y monótono. Y aún así, a buen seguro, en bajito y sin decírselo ni a sí mismo, más de una noche bajo la Cruz del Sur extrañaría, sin duda, la vida plácida, ordenada, sosegada y sin sobresaltos que dejó atrás al elegir.

Y con Juan y José ando yo estos días en la cabeza y en el alma, como metáfora y como música, como anclaje y como propulsor.

Que no sé conformarme, lo intuyo, siempre lo he intuido y en más de una ocasión relevante lo he dicho y lo he sentido. Que conformarse es más amplio que todo esto, y que no ha de ser tan difícilmente conjugable, que no tiene por qué ser sinónimo de renunciar, lo razono.

No sé si es el otoño, el silencio de estos tiempos, todo lo por decir y nunca dicho, todo lo que pensé escribir y callé, las advertencias de este año convulso y de cambio, los cuarenta que estreno, requisitos del guión o pura y dura necesidad, pero lo cierto es que en la pregunta del principio, en su difícil equilibrio, se encierra la hoja de ruta.

Y en la mía, tan de idas y venidas, tan de recodos y señales confusas, tan cargadita pese a todo de motivos y razones, de ganas y proyectos, de sillas peligrosas en las que pararte y no seguir, de conformismos y pataletas, de rebeldías y postergaciones, no sé bien si quiero un cielo seguro o la posibilidad de un arcoiris triple aunque su belleza conlleve tormentas de las que arrasan.

O si lo sé, y no quiero saberlo.

Total, que, como en la canción, yo también puedo decir aquello de “qué cosas, Juan, tanto rodar y estamos otra vez en donde lo dejamos”… en las mismas preguntas que me hice a los trece y que sigo sin responder, en el mismo (des)conocimiento, en la misma incapacidad congénita para elegir y decidir sin mirar para el otro lado, con igual desorientación y la certeza intuida de que siempre hay bifurcaciones, pero que nunca son definitivas… quizá lo único distinto es que el tiempo corre, y ya va siendo hora (de hacer, de deshacer, de “desconfundirme”, de decidir, de sopesar, de descubrir, de atreverme, de optar…)

Así que vale equivocarse, dejar que el José que en todos vive coja el timón y nos empuje a hacer un triple salto mortal y un corte de manga a tanto impuesto (¿autoimpuesto?) y previsible y nos lleve de la mano a coger el primer barco que zarpe hacia los sueños, o decidir ser Juan y apostar por la monotonía plácida de lo seguro, de lo amable, de lo previsto, de los cimientos.

Empezar, no más. Para eso sirve octubre, para eso la “crisis” de los cuarenta, los sustos y las advertencias. Para y por eso estamos vivos, para vivir, para seguir, equivocarnos, avanzar, retroceder, continuar, ilusionarnos, retomar, contradecirnos, completarnos, creer y crecer.

A por ello, aunque sea en círculo.

http://www.youtube.com/watch?v=b19yb1wutWs

Publicado en Sin categoría | Deja un comentario

De ser feliz a 18 de mayo.

Para mí no es fácil ser feliz a 18 de mayo.
Porque si hay una fecha que me robó las ganas de vivir, es ésta.
Hoy hace 19 años que murió mi padre, y aún así, hoy, soy feliz.
Reconocerlo me cuesta, porque la culpa, y las balanzas, pesan. Pero, como cada momento de felicidad de mi vida, con la banda sonora de la oración de Silvio de fondo (soy feliz, soy un hombre feliz, y quiero que me perdonen en este día los muertos por mi felicidad), me repito, y sé, que los muertos no perdonan: los muertos, en todo caso, se alegran, lo entienden, comparten.
Porque vivir es esto: compaginar pérdidas absolutas con sentimientos enormes, alegrías infinitas con dolores insuperables.
Por segundo año consecutivo, siento, a 18 de mayo, esta extraña sensación de algarabía y ausencia, uniendo, aún más, a mi padre con mi Atleti, con su Atleti. Completando y haciendo patente la ironía de la vida, el ciclo esencial de lo redondo.
Recuerdo aquel 96, con esta herida aún más abierta, viviendo la alegría rojiblanca con dolor, con culpa, como pidiendo permiso.
Hoy, aunque me dé vértigo pensar que han pasado ya la barbaridad de diecinueve años (joder, a la vez parece que fue ayer), vivo más serenamente este vaivén, esta vorágine de alegría y nostalgia.
Soy más consciente, o quizá más serena, o tal vez no, pero tengo la certeza absoluta de que, en caso de existir un cielo más allá de la memoria y el recuerdo, quienes lo ocupan se alegran con nosotros, disfrutan con nosotros, pues no en vano son nosotros, y nosotros, ellos.
Porque si soy atlética es por quienes me precedieron, por quienes me enseñaron esta manera de vivir, de exprimir lo (im)posible.
Así que aquí estoy, en esta décima, pletórica, dolorida, agradeciendo (a mis padres, a Luis Aragonés, a san Cholo Simeone, a Gárate, a Neptuno,…), compartiendo, guardando en la retina y en el alma, con la satisfacción que da saber que, momentos así, perpetúan, en mi sobrino y en tantos otros que aún no lo habían vivido, este sentimiento atlético indescriptible, mágico, redentor, salvavidas…

Publicado en Sin categoría | 2 comentarios

¿Te apuntas?

Esta primavera, que (como casi todas) tiene una esquina rota, quizá la misma de aquella que inmortalizó Benedetti, o tal vez cualquier otra, ha venido cargada de alergias, de pequeñas alegrías y de mucha crispación. El miedo, la culpa y la pena son motores (o lastres) demasiado frecuentes, o al menos así lo percibo yo en cafés sosegados y a media voz, en conversaciones telefónicas o en confesiones etílicas. Parece que el mundo anda desorientado, estornudando y moqueando sin encontrar el antihistamínico adecuado que le ayude a librarse de picores y lagrimeos, de toses molestas y una incipiente asma que dificulta llenar los pulmones.
Junto al polen parece haber en el aire, quizá alimentado por las altas temperaturas, un contagioso virus de desgana y derrota, de sí pero no, de disimulo y vacío.
Corren vientos de cambio que viran de repente, felices de escaparate te cuentan penas profundas, y bajo cada carcajada (necesaria, luminosa, salvavidas) hay mucha tristeza que soltar.
Hablo de minimundos, de mis minimundos. No osaré adentrarme en asesinatos en plena calle a políticos o de secuestros a niñas, de elecciones europeas o del índice de paro juvenil, no tocaré temas que me ponen los pelos de punta y los ojos como platos, que me quedan grandes de principio, y que esconden el mismo fracaso, igual desasosiego, similar estupor. Me refiero únicamente al día a día de tantos, al dejarse llevar por páginas de calendario o por estaciones sin trenes y con cambios horarios con más pena que gloria.
Busco alguien que me diga que es feliz, que le gusta su vida, que me cuente alegrías. Busco gasolina para seguir creyendo.
Yo, irredenta optimista, saltadora sin red, prestidigitadora de dolores y domadora de apatías, me veo lidiando a diario con penas ajenas, no ya laboralmente, sino delante de un café o rodeada del humo de un cigarro.
Me gusta exorcizar fantasmas, me congratula (también me asusta) que, cuando pregunto qué tal, algunos, cada día más, perciban interés o agarren la oportunidad para sacar sus grises, tal vez negros, y hacerlos así más pequeñitos al ponerlos encima de una mesa. Me alegra profundamente que la gente confíe en mí para soltar lastre y tirar palante, para el palante que cada uno decida, que bien me guardo yo de juzgar a nadie, faltaría más. Me gusta transmitir calma, regalar algo de luz, intentar devolver opciones y futuros, entender.
Pero me asusta esta epidemia de conflictos, esta racha de sinsabores, este malestar de muchos.
Y me asusta porque creo firmemente que la nada crece sola, se filtra, se desliza. Te descuidas y ahí está, acechante, acosadora, asesina.
Así que vamos, coño, que no hay que dejarse, que hay motivos para sonreír a cada paso: el mundo está lleno de amapolas, el Atleti roza el sueño, san Isidro promete alguna tarde de detalles, el tiempo invita a compartir, las terrazas llaman a ocuparlas, hay sorpresas sin lazo, fiestas llenas de amigos y de música que recargan pilas para rato, los días tienen luz para exprimirlos, siempre hay alguien que te abraza con la fuerza justa para darte ganas… yo, desde luego, no pienso perdérmelo. Y tú, tampoco. (O eso espero).

Publicado en Sin categoría | Deja un comentario

Cerrando abril.

No sé si el gerundio del título es muy adecuado, porque, implícito, o al menos a mí me lo parece, hay una voluntariedad, una acción… y yo no cierro abril, que se va solo, robado, como siempre, por mayo, aunque éste no sea el único ladrón.

De siempre, desde que el himno de Sabina se me clavó en las meninges y un poquito más a la derecha del corazón (hace ya tantísimos marzos), abril es ese sueño a preservar, esa intención a cumplir, ese deseo intenso que te hace cruzar el índice y el corazón del alma implorando su cumplimiento, esa matáfora de lo bello, de las ventanas abiertas que colecciono, del trece que me tatuaré como símbolo de mis aspiraciones que, cuando llegan, colman, aunque cuando se disipan, destrozan. Abril es lo bueno, lo eterno (que puede que dure un corto invierno), lo soñado, lo pretendido.

Por eso, y por todo lo que me ha robado mayo, este día que cierra las lunas rojas de estas fechas y las lluvias mil, suele ser para mí día de pellizco y balance. ¿O es que soy yo, independientemente de fechas, la que irremisiblemente tiendo al cómputo, a los platillos, a buscar ese equilibrio y esa ventaja de lo bueno que a veces logro y a ratos se me escurre? Sea como sea, corren tiempos de desazón, de muchas ganas y mucho esfuerzo, de intentar y reintentar, de estupor y zozobra, de tormentas y apatías, de cambios sin recambios. Y, a la vez, quiero que corran días de sueños, de verdades, de certezas, de consecuciones, de luz.

Sigo siendo una patológica defensora de lo que salva, buscando en una flor, una sonrisa, unas cervezas calmadas, un cigarro a medias, una sorpresa, un detalle, un encuentro electo, un gol redentor o una verónica detienemundos motivos para la algarabía, la felicidad, la alegría y el disfrute.

Sigo encontrando en un acorde, en una plegaria de Sabina, en un poema de Marwan, en un abrazo apretao o en un ratito robado, en el entusiasmo tan en desuso, gasolina para tirar, para correr millas y recomponer mundos.

Aún así, hay grietas en el ánimo, se filtran tristezas ajenas, dolores de una amiga a la que no llego, y que, por mi perpetua incapacidad crónica de preguntar veo que no alcanzo, aunque quiero que sepa que estoy, que para ella siempre estoy…, apuestas contrarias, sueños que se parten a la mitad, futuros que no llegan, dolores infinitos y derrotas con puntilla, dejadez por kilos, renuncias ajenas, desconocimientos propios, espejos cabrones, piscinas sin cisnes.

Pero hoy, que se me escapa abril ya sin remedio, que tocará arrancar otra hoja al calendario, la de este mes difuso, extraño, cambiante y algo cabrón, estoy dispuesta a comprar el producto indicado para tapar fisuras y no permitir escapes ni filtraciones: basta ya de gris, vale ya de esa rareza que se está convirtiendo en epidemia, de esta desgana contagiosa y ese conformarse que me transmiten muchos, sorprendiéndome con sus vacíos, que, a ratos, parecen tan llenos. Vale ya de disimulos, de rutinas, de mentiras y consentimientos, de mirar para abajo habiendo tanta estrella, de permanecer asentados a un inmovilismo y una apatía, que solo, e irremediablemente, conducen a la derrota, a la peor de todas, la del es lo que toca y me vale, mientras una mosca insidiosa te recuerda, aunque la ahuyentes, que hay mucho más esperando.

Quiero una bandera de pirata, sol, risas convencidas, sirenas que canten sin mentiras, miradas limpias y de frente, aguas cristalinas, pequeñas cosas, besos y ocurrencias de mi sobrino, algarabía de Morgana, abrazos de los que te remueven todo y te hacen sentirte en casa, que se vayan los nudos de la garganta, que los espejos devuelvan imágenes, una buena conversación, planes, ganas, pasos aunque sean cortitos, futuros a construir, palabras inequívocas, un lance definitivo, bailar bajo la lluvia, un mayo sereno y sin sobresaltos, reconocerme a ratos, que mi Atleti cumpla un sueño (y si pueden ser dos sería la hostia), esperanza de la que te da fuerzas para saltar de la cama, sonrisas bobas, música siempre, amigos de los que sabes que estarán de red, no fallar a esos mismos, versos, recuperar vocablos hoy desterrados, un mus, un par de certezas inamovibles y un ramo de amapolas.  

¡Voy a por ello! ¿Te apuntas?

  

 

Publicado en Sin categoría | Deja un comentario

Se hace de noche, y es domingo.

Cuando atardece los domingos, cuando el sol se oculta, es como si el mundo, en un instante, se agitase, casi imperceptiblemente, suave pero rotundo, devolviendo conciencia y realidad.

Cuando, en ese momento en que la oscuridad vence, volviendo de pasear a Morgana, una luna enorme, amarilla, llena como una sonrisa feliz (y tan vacía, a la vez, como la melancolía de la tristeza seca) me vigila y me sorprende, tan bajita, tan cercana, me siento desnuda y cuestionada, desazonada, mientras obligaciones, deberes, balanzas, mentiras y rutinas comienzan a campar a sus anchas en mi ánimo y en mi estómago.

Sigo paseando, enumerando razones, sinrazones, listas de propósitos, errores, pendientes, desganas y grises, y, de repente, no está.

La busco, insistente, para preguntarle causas, azares, motivos y destinos, pero está tan bajita, tan cercana, que aunque recorro varias calles y caminos, juega conmigo al escondite, cabrona y consciente de mi necesidad de encontrarla. Me rindo, pues, y vuelvo a casa, sin luna, cargada con esa extraña mezcla de congoja, derrota y zozobra de esta hora maldita, pese a todo bien sazonada, (haciendo un esfuerzo y recurriendo a la razón y al recuerdo, eso sí)  de sonrisas por todo lo bueno que se esconde en cada esquina: una comida sosegada en lo más cercano al paraíso que hay por estos lares, un paseo con niños cargado de conversaciones lúcidas y lucidas, un par de cigarros con sabor a infinito y a fracaso, los abrazos de Rodrigo, la complicidad con mi hermano, los planes viajeros, la música redentora… esa sal de la vida que, si no salva, al menos contribuye a que los domingos por la tarde el tambalearse del mundo no sea definitivo.

Publicado en Sin categoría | Deja un comentario

Hay días.

Hay días en que no paras un segundo, y en los que, quizá por eso, cuando a estas horas por fin llegas a casa, tienes un exceso de hiperactividad en vena, y las sensaciones, los sentimientos, la vorágine, te remueven y te mantienen activo.

Días en que las actividades, obligadas, programadas, electas, se concatenan y te hacen realizar encaje de bolillos, sin darte un segundo de tregua, lo que, a veces, se agradece.

Días en que vas a otra velocidad, en que te das cuenta de que es cierto que actividad lleva a actividad, y en que se te enciman las ganas, las fuerzas y las sensaciones.

Días en que te parece que te cunde, que vives, que haces, que disfrutas. Días en que resuelves, conjugas, sacas ratitos, llegas, alcanzas aunque sea un poco, disfrutas, diseccionas, aprendes, escuchas, te sorprendes, haces planes, echas de menos, aprovechas y cuadras. 

Días en los que, aunque te falta tiempo, al menos tienes la sensación de no perderlo, en los que, con el empuje y el brillo del sol y la temperatura, corres y avanzas, acudes, compartes, vives.

Días en que te empapas de palabras, de pensamientos, de luz.

Días en que gente a la que quieres aunque no frecuentes lo que debieras o quisieras te engrandecen el alma con su crecimiento y su nuevo prisma, devolviéndote la fe en el cambio y los proyectos, en los pasitos de a poco y los futuros.

Días en que aunque no tengas tiempo para todo y tengas que dosificarte, te sientes más plena y más calmada, más receptiva, más capaz y con más ganas. 

Días en que cuadrando milagrosamente planes y planos, acudes a lugares con la intención de escuchar y aprender y te sientes desbordada, sin poderlo evitar, primero por rabia y después por tristeza, debido a posiciones enfrentadas y vacías, por esa insidiosa sensación de que es una pena que quienes tienen en su mano hacer, y quienes pudieran tenerlo, solo se enfrascan en debates que para ti se deslucen, carentes de fondo y forma, en reproches que polarizan y no aportan, devolviéndote una sensación de «verso suelto» jodida y muy cabrona, por no sentirte adscrita a nada y por ello a veces sola.

Días en que alguien lúcido, justo y muy querido, en una caña rápida, te da tres pinceladas que te devuelven el sosiego, la fe, la esperanza en el encuentro y en la gente. La rendención de que, pese a la pena, todo merece la alegría, y en todo hay un destello de luz.

Días en que, en un paseo y un cigarro te vas relajando y asumiendo que (al menos hoy, ahora) prefieres seguir creyendo aunque te deje un poso de tristeza y cabreo el que la realidad te devuelva tanto gris, entendiendo que hoy incluso te guiñarías un ojo en el espejo, porque te sabes excesiva y vulnerable, pero con empuje y ganas, y comprendes que esta sonrisa boba y este poder respirar hondo con los que termino el día, no es sino otro rasgo de carácter perfectamente asumible y facilitador: me sigo quedando con lo que salva, con ese destello, con una sonrisa, la posibilidad de cambio y de futuro, la sensatez salvadora de unos pocos y su buen hacer, unas cañas a tiempo, un arroz a banda, unos guachaps rápidos desde Roma,  los pendientes (por hacer, no de orejas), las ganas de un aperitivo con sol, la risa y los detalles.   

Publicado en Sin categoría | Deja un comentario