Humo y ceniza a miércoles.

Casi acaba este miércoles de ceniza (otro domingo y otro lunes más que agoniza, otro martes y otro miércoles de ceniza, que canta mi santito ateo, y que yo tarareo siempre en esta fecha), y no quiero dejar pasar este simbólico día católico de cierre y apertura, de adiós al descontrol “permitido” y de supuesto recogimiento, renovación, introspección y “limpieza”.

Me atraen los ritos (y los retos, y los ratos, y los rotos), me acunan las liturgias, mi natural curioso se acrecienta en fechas clave, y mis casi atávicos balances se desatan en los límites, en esos supuestos momentos de cambio y transformación.

 En este año, en que sigo pensando que es imposible que ya corra marzo aunque hoy los temporales que amenazaron con convertirse en eternos hayan dejado paso al primer día de sol cuasiprimaveral, en que no he lucido caretas y disfraces en la época dispuesta para ello, me siento agitada cuando doña Cuaresma, siempre tan seria, tan formal, tan recatada, llama a mi puerta reclamando prudencia y control, límites y cordura.

Agitada porque tras un invierno plagado de lluvia y destemples no es posible que, justo ahora, el calendario venga a indicar, con su ceniza, que tocan días de ayuno y abstinencia, de reflexión y preparación… agitada y molesta por la sensación de no haber exprimido el tiempo que se cierra, sorprendida por su velocidad, enojada con mi dejadez y desidia… y con ganas de disfrazarme de juego de espejos, para devolver(me) una imagen infinita y distorsionada, quizá tan demoledora y real como para que se caigan los disfraces y quitarme las caretas… o para entender que son tan parte de mí que he de quitar el anti y quedarme con la faz. Así que, en esta contradicción mía tan característica, por un lado digo que sí, y que viva el orden (ja), que no me vienen mal viejos calendarios católicos que no van mucho conmigo y mis creencias, y, por otro, que paso, que mejor me planto mi máscara de atea sobre mi velo de pagana (ah, no, si el disfraz era el otro…) y me lanzo al ya, si eso, mañana… (lo pienso, o la dieta, o las decisiones), a ese ya mañana tan cabrón, tan incapacitante, tan salvador, tan atrayente, tan protector, tan de mentira, tan sumamente cierto.

Publicado en Sin categoría | Deja un comentario

16 de enero.

16 de enero. Y de 2014.
Mi padre cumpliría 68, pero se quedó para siempre en 49.
Casualidades del destino, también hoy es el cumpleaños de Maty, mi única tía con la que no me unen lazos de sangre pero con la que me unen tantas o más cosas (mi infancia y su comprensión, los ensayos de rondón en la cocina de mamá y su saber lidiar entre Nacho y yo, mi adolescencia -precoz y rebelde, con sus judías verdes y mi único bofetón y sus lágrimas, las cuatro sartenes inmensas de sus patatas fritas tan características, tan cortaditas, tan de premio, como despedida de nuestro día a día,…-, las confesiones, las aperturas, el acogimiento, el reparto de los mecheros de su boda y mi cabreo, vacaciones, Carboneras y Sanabria, Benicassim, Costa Rica y Nueva York, comidas, Morgana y sus cuidados, risas, lágrimas… tanto que es imposible detallarlo)
Y hoy, otro 16 de enero tan distinto al del año 96, ella cumple 50, esa cifra, esas edad casi mítica que hasta hoy estaba vedada a esta fecha nuestra por ser la frontera que no se alcanzó jamás, el número maldito del primer no cumpleaños de mi padre.
Así que aquí estoy, añorando y mirando hacia atrás, echando de menos, pero también feliz, sonriente y mirando palante, dispuesta a exprimir cada segundo.
Felicidad(es), Maty, y gracias por estar siempre ahí.
Felicidad(es), Papá, en el recuerdo, hoy y cada día, y gracias por, en tan poco tiempo, haber sido capaz de transmitirme tanto.

Publicado en Sin categoría | Deja un comentario

casi 2014.

Un año después, cuando el 2013 se va sin que yo pueda hacer nada, sin que casi me haya enterado, así, de repente, me veo en el mismo sitio, probablemente a la misma hora, la misma pero tan distinta, haciendo lo mismo que cada año, aunque quizá más consciente, más conocedora,  más y menos yo.

Frente a mí, una pared de pizarra que esta mañana, por fin, al fin, (el fin, en fin) borré, no sé si como osadía, revelación, necesidad o zarandeo… una pared que siempre dije me impediría cambiarme de casa, o alquilar esta, porque la condición sería mantenerla tal cual, y ya ves, hoy, solo contiene una “entrada” rotunda y desafiante: 2014.

2014: así, como recordatorio, como advertencia, como empujón. Sin adjetivos, sin feliz y sin aseveraciones, sin palabras, sin nada más que un número que se inicia en unas horas y me espera.

Se inicia un tiempo. Se cierra otro.

Así son las cosas, y en este 2013 que se me escurre sin que yo me resista en exceso pese a mi querencia por lo impar y el trece, pese a mi sorpresa por su rapidez y sus rarezas, no puedo impedir, como siempre, hacer balance, desafiando balanzas y equilibrios.

En el trece que se marcha se quedan jirones de mí, desde una trenza con mi pelo protector a personas incondicionales que parecen poner condiciones, desde la ana resistente del ya lo pensaré mañana a la que dejó la red para saltar con su vértigo a cuestas.

De este 2013 me llevo un tatuaje iniciático de sueños y promesas, de afianzamiento en la magia, y otro de clausura con dudas eternas y la certeza de que solo reconciliándome con mis preguntas sin respuesta podré avanzar; un día mágico para la ana pública y querida dando el pregón de su pueblo siguiendo los pasos de otros que me forman y se fueron, el pelo corto que hoy me cuesta llevar, los labios rojos y la sonrisa convencida que creí podía comerse el mundo. Me llevo grandes momentos y enormes promesas, si quieren y me acompañan.

De este ciclo que se cierra salgo reforzada y herida, cargada de luces y sombras, menos fuerte de lo que pensé en sus medios y con menos miedos, pese a todo, de los que un día tuve.

En este 2013 entré con el pie derecho pese a ser zurda, con propósitos que, como un día osé plasmar, hoy tengo que revisar:

-Tratar de fumar menos, que el humo que eche al día no exceda, a lo sumo, del que cabe en una cajetilla y en un par de cabreos mal resueltos. Fumé menos, incluso pagué por ello. Controlé el humo, lo intenté. Quizá este sea el propósito más cumplido de todos.

-Quererme más para querer mejor. Unos meses me quise más, pero no por eso quise mejor. Esta sigue siendo mi gran asignatura pendiente.

-Continuar con mi gran consecución del 2012, ir al gimnasio al menos un par de veces por semana. Me busqué una excusa, en forma de factor de destrucción muscular, pero podría haber sido cualquier otra.  Aún no va conmigo la vida sana…

-Decir más. Porque aunque hablo mucho, callo demasiado. Aunque quizá no usé palabras, dije. Seguí callando, pero actué.

-Cerrar un poco más la boca y adelgazar, como en el cómputo global del 2012, con mis idas y venidas, subidas y bajadas, excesos y vaivenes varios, otros diez kilos, para así terminar el año alcanzando por fin mi soñado “peso ideal”. Mi peso ideal se aleja más que en los inicios… llené vacíos con comida, y acerté en los diez kilos, pero en el sentido inverso.

-Abrir más la boca para expresar descontentos y límites, para decir no y también lo siento, para saber decir lo que yo quiero. Puede que no se me haya dado mal del todo, pero no me siento especialmente orgullosa de ello.

-Escribir al menos un par de entradas al mes en este blog, que escribiendo es como más digo. Y como escribiendo es como más digo, callé. En total, cuatro entradas en un año. Fiel al extremo a mi inconstancia.

-Pintar. Crear. Volcar. Lo necesito, y aunque lo sé, lo pospongo. Y aunque lo sigo sabiendo, y necesitando, ni n solo cuadro, ni un solo proyecto, ni un solo sueño plasmado.
-No permitir que la desidia me pueda tantas veces. No me pudo tantas, me pudo más.

-Plantearme mis malos modos tan frecuentes con aquellos a los que más quiero (sobre todo con mi madre), tan indignantes cuando, a la vez, permito mucho sin deber hacerlo. Al menos logré dejar de permitírselos a aledaños, pero yo seguí ejerciéndolos.

-Controlar mis compras compulsivas, basta ya de tanto exceso. Quizá, y solo quizá, soy más controlada.

-Entender que no todo depende de mis actos, que la culpa y el reproche nunca sirven. Ni de méritos ni acciones dependen tantas cosas, pero entender esto requiere mucho más que un año.

Y aquí paro. Doce puntos para doce meses, para doce uvas, para poder hacer balance dentro de doce meses… Y por eso hago el balance, porque lo prometí, y puede que  jamás vuelva a permitirme una enumeración tan concisa, que al revisarla dice tantas cosas…

 

Así que, cerrando este año impar, no demasiado orgullosa de mí misma pero con ganas de ser capaz de mirarme al espejo sin reproches, solo puedo deciros que aquí estoy, esperando, expectante, esperanzada y sin propósitos, a las puertas de un 2014 al que no le pido más que nos deje ser, estar, querer… intentarlo, en suma.

Publicado en Sin categoría | Deja un comentario

De verdades enteras y literales.

Me pregunta este blog lo que suele preguntarme facebook, que en qué pienso.
Y últimamente no suelo pensar en nada, o al menos en nada concreto.
Mi mente vuela, salta, se diluye, se deja llevar, recuerda, me sorprende, revive, siente, teme, recapitula, se detiene, se enreda, se envelesa.
No es poco, pero la verdad es que decir esto es como no decir nada.
Hablaba hoy de omisiones, y Machado volvió a mi mente tal y como está en mi pizarra desde hace casi seis años que esta casa me abriga y me conforma: «dijiste media verdad…»
Hay frases y sensaciones que te definen, te forman, te persiguen e incluso te insultan a la cara en lunes de diciembre o en cualquier día uno de un mes de calor.
Miro distraída la tele y las frases imborrables (más bien imborradas) de mi pizarra siguen tan vigentes hoy como cuando las fui escribiendo, como salvavidas o timón, brújula o lastre, no sé bien.
Monterroso, Borges, Neruda, Sabina, Larra, me recuerdan mis fisuras y mis infinitos, y sonrío, y claudico: quizá no sea tan distinta a la Ana miedosa que por fin decidió hacerse responsable de sus decisiones y sus fantasmas viviendo sola, a la Ana que se defendía bajo una melena larga y rizada de espejos y miradas.
Crecer es vivir, o viceversa, y no sé si querer es poder (o también viceversa), y hay ayeres en los que me reconozco y otros que me resultan tan extraños como una película checa, y aunque cambiar es avanzar a veces me veo muy distinta y a veces tan igual que parece que el tiempo se detuviera…
Pasa un poco lo mismo con el día a día, y no sé si será diciembre y sus balances (las balanzas en estos días son instrumentos a exterminar), pero me da por mirar atrás y adelante, sin mucho criterio y un poco de reojo, buscando respuestas y anclajes, conclusiones y motivos.
Cerraré este mes, como siempre, entonando un mea culpa de propósitos incumplidos, y sin remedio este año miraré mi nuevo tatuaje de interrogaciones, esas mismas que me persiguen desde que tengo (des)uso de razón: las tatué para reconciliarme con ellas, para asumir que la duda encierra verdad y que preguntarse aunque no se hallen respuestas es la única manera de saberse.
Puedo, también, mirarme cerca del ombligo (como casi siempre, añadiría algún observador irónico) y sonreír cuando un tatuaje mucho más amable también realizado en este 2013 me recuerde que la magia existe y que lo esencial es invisible a los ojos.
Pero lo esencial, a día de hoy, antes de que llegue el día obligado de los balances, es que me atrevo a mirarme al espejo, me reconozco y me desconcierto a partes iguales, me niego a cerrarme a lo bueno y avanzo a pasitos cortos pero seguros, sin pensar mucho y sonriendo, reconciliándome con quien soy o con quien creo ser, con pocas certezas pero muy sólidas, un par de botas cómodas y todo un futuro por decidir.
(¡y todo esto por mirar a mi pizarra mientras espero a que empiezo el tiempo entre costuras!)

media verdad

Publicado en Sin categoría | Comentarios desactivados en De verdades enteras y literales.

Regalo a lunes.

En una tarde fría y desapacible, tras doce horas de lunes ajetreado, obligaciones y algún que otro surrealismo, llegas a casa, te apresuras a, casi con desidia, coger a Morgana y darle un paseo, tiras de ella y te empeñas en reducir el tiempo empleado en la ya de por sí corta vuelta a la manzana.

Vas pensando en nada, o en un poco de todo difuso e inconcreto, imágenes deslavazadas y palabras sueltas, buenos ratos y grandes momentos, malas ideas que pueden llegar a ser buenísimas y planes que quizá queden en segundo plano, todo ello opacado por el frío que te recuerda que lo peor de cortarse el pelo es la piel de gallina constante en el cuello, que te obliga a encogerte buscando que el abrigo cubra unos centímetros más de piel a la altura de tu nuca.

A veces es bueno mirar al suelo; te fijas: un corazón. Y luego, otro, y a unos pasos un par de ellos más.

Miras hacia atrás y prestas atención: hay más, que, como las migajas de pulgarcito, van marcando un camino para quien quiera seguirlo, para quien quiera verlo o simplemente se imagine un sendero ante sus ojos.

De golpe se me pasa el frío, el cansancio, la rutina y hasta el lunes, sonrío y miro al frente, segura de encontrarme más papeles rojos de esos que, si quieres, con su forma y su mensaje, te apañan en un momento el alma de diciembre.

Allí están, pequeños, quizá tirados, varios rotos, otros pisados, alguno intacto y muchos unidos. Voladores, ligeros, expectantes, arrugados, inocentes, libres, unidos, temerosos, protegidos, regalados, frágiles, metafóricos y tan bonitos que, solo con estar, acaban con mi prisa y me regalan una sonrisa y muchas ganas, un trocito de magia y la certeza de que, a lunes y diciembre, con frío y tres agobios, la vida sigue empeñándose en ofrecerme avisos y detalles que, aunque nimios, me ponen otro brillo en la mirada.

Imagen

 

 

Publicado en Sin categoría | 5 comentarios

Morgana.

-Mamá, ¿con quién hablas?
-Con Ana Higueras.
-¿Con quién?
-Con Ana de Morgana.
-¡Ah, vale!

(Conversación real de hace unos días de miamigalaqueviveenRoma con sus hijos)

Si nombrando se crea, y a bote pronto siempre he sido de esa opinión, Morgana me «crea», o al menos, al conseguir que casi todos los niños de mi mundo me nombren en referencia a ella, crea a otra Ana que me completa y me agranda.

Hoy cumple cinco años, y al sentirla a mi lado en el sillón, a domingo tarde, enroscadita y tranquila, feliz y relajada, me hace sonreir y me da motivos más que suficientes para volver a escribir en este mi espacio de hace tanto, este lugar al que vuelvo como se vuelve a lo conocido, porque, en el fondo, aunque no uses ese jersey enorme y calentito que te ha ido acompañando en tus mudanzas, tenerlo te da seguridad y vestirlo en días fríos y desapacibles te abriga algo más que el cuerpo.

Así que aquí estoy de nuevo, no sé si de paso o con la necesidad de ponerme una semana seguida los vaqueros desgastados y algo estrechos del fondo del armario, y todo gracias a esta bolita de pelo que tanto me ha enseñado de mí en estos años de estar ser juntas.

A veces, cuando miro esos ojos negros que parecen preguntarme, o cuando se acurruca a mi lado como si yo fuese capaz de devolverle seguridad, y sobre todo en esos momentos en que se planta y no se mueve aunque el estímulo sea mágico (calle, premio) si eso conlleva separase de mí, me entra un vértigo profundo que me obliga a mirar muy hondo y me estremece: me enfrenta mis miedos, mis inseguridades, mis contradicciones, y me refleja tanto que me acojona: menos mal que es una perra, de ser una niña necesitaría con urgencia un buen psicólogo que borrara de ella ese miedo heredado al abandono, esa necesidad de demostrar para sentirte querida, esa sensación insidiosa de no llegar…

Pero, a la vez, cuando me recibe gozosa y alborozada, cuando me hace carantoñas y me entiende sin palabras, al acoplarse jubilosa a mis destiempos y mis poco pautadas rutinas, al tumbarse cada noche sobre mis piernas en el sillón, al demostrarme y demostrar que es la perra más feliz del mundo, me devuelve una calma y una alegría tan profunda que me reafirma, cada día, que hacer caso a aquellos ojos que me miraron y me eligieron, fue la decisión más acertada que he tomado en muuuuuuuuuuuuuuuuucho tiempo.

Felicidad(es), Morgana: tanta(s) como me regalas.

Publicado en Sin categoría | Deja un comentario

La madrugada de un 20 de enero…

San Sebastián por si mismo merece una entrada. O dos. O mil. Cuando es san Sebastián y 2013, y un buen amigo cumple 50, y muere un conocido, y falta gente necesaria que esperas –si, si. Si- que vuelva a estar al año que viene, y la ciclogénesis explosiva respeta lo fundamental del día pero lo cierra con un frío de cojones, la entrada se hace imprescindible.
Vuelve a sonar el rondón, a instalársete en el alma y en los codos el acorde inicial del Úrsula qué estás haciendo, a resurgir la necesidad de procesión, de pujas, de hermanamiento y risas, de algo más intangible que no sé definir.

Cuando el calendario marca 20 de enero, no sé si es predisposición o necesidad, pero un picorcillo se me instala en las meninges y en el corazón haciéndome ser feliz y a la vez, y extrañamente, más consciente.

Porque ser feliz y consciente a la vez es difícil, mucho. Y, sin embargo, en san Sebastián suele pasar: se me junta la alegría, se me enciman las ilusiones, me desbordan las ganas y las nostalgias, las faltas y las ausencias están presentes recordándome quién soy y por qué. Y es compatible, por hoy lo es: soy como soy, soy quién soy, por quienes me faltan, por lo que me transmitieron y me enseñaron. Por los que están y me completan, por quienes vendrán y aún no lo sé.

Cuando me veo metiendo al santo o pujando por rosquillas y naranjas, junto a mí están mis padres en mi primer rondón en la tripa de mi madre, el Yayo, el tío Pepe, el tío Paco. Por ellos soy así. Por ellos y por el tío Jose, que comparte conmigo tiempos, necesidades y nostalgias sin palabras, y me abraza sin decir pero entiende en el silencio.

Por eso no sé ser sin pujar para meter al santo en la iglesia cuando se supone cosa de hombres, por eso no sé soportar el vacío que me causa que las pujas de las andas no suban y eso me obligue a levantar la voz o la mano cuando este año no quería significarme con ello. Puta crisis y putas prioridades. Para mí san Sebastián lo es: por tradición, por pérdidas, por ganas. Por necesidad.

Si. Es algo curioso en alguien como yo, contradictorio incluso. Si algo se asimila a lo que supongo es la fe religiosa es esto que yo siento cuando san Sebastián se para frente a la iglesia para regresar de su paseo anual. No sé definirlo, pero me puede, me inunda, me posee un escalofrío, me domina para iluminarlo todo; la confianza de la Ana de cuatro, la sonrisa de la infancia, la alegría bulliciosa y la felicidad irracional me recorren. Y no estoy dispuesta a resistirme.

Así que aquí ando, completa como solo puedo estar hoy, satisfecha, sonriente.

Y fuerte: consciente de que, con la ayuda de este santo asaetado todo será más fácil: recuperar el empuje de un amigo que toca fondo y al que quiero ayudar, la sonrisa de tantos que la necesitan, la esperanza que a todos (a unos más que otros) se nos rompe tantas veces. Las ganas y el empuje, la chispa que arranque el motor que nos conduzca a todos.

Vamos a por el 2013. No es fácil, pero podemos.
Creyéndolo es posible.
Y ya ves, hoy, aquí, yo así lo siento.

Publicado en Sin categoría | 5 comentarios

Propósitos.

Conocedora de mi desidia, de mi gran capacidad de dejarlo todo a medias, de mi inconstancia, no suelo poner por escrito ni planes ni propósitos. De hecho, suelo negarme a hacerlos, dejándome llevar según se tercie.
Conocedora, también, de mis metas grandilocuentes, en caso de cometer la osadía de atreverme a concretar alguna aspiración, esta suele quedarse como las colecciones compuestas por fascículos de mi infancia, en su segunda o a lo sumo tercera entrega de cien.
Si a esto le sumo que me jode tener que hacer balances y planes cuando «toca», en septiembre y enero, suelo pasar de planificar nada, que bastante tengo con mirar para atrás, que se me da bastante mejor que hacerlo al revés.
Esta vez voy a hacerlo en sentido contrario al habitual, miraré hacia delante, que algo tengo que hacer ya que soy consciente de que no estoy libre de la presión del calendario (creo que nadie lo está, por mucho que diga mi amigo con el que el otro día telefónicamente hablaba de este tema que él jamás hace balances, y mucho menos planes… ¡ja!)
Y para no cometer los mismos errores de siempre, me voy a quedar con propósitos de andar por casa, a ver si así cumplo un par de ellos.
Ahí va mi lista, así, a bote pronto:

-Tratar de fumar menos, que el humo que eche al día no exceda, a lo sumo, del que cabe en una cajetilla y en un par de cabreos mal resueltos.
-Quererme más para querer mejor.
-Continuar con mi gran consecución del 2012, ir al gimnasio al menos un par de veces por semana.
-Decir más. Porque aunque hablo mucho, callo demasiado.
-Cerrar un poco más la boca y adelgazar, como en el cómputo global del 2012, con mis idas y venidas, subidas y bajadas, excesos y vaivenes varios, otros diez kilos, para así terminar el año alcanzando por fin mi soñado «peso ideal».
-Abrir más la boca para expresar descontentos y límites, para decir no y también lo siento, para saber decir lo que yo quiero.
-Escribir al menos un par de entradas al mes en este blog, que escribiendo es como más digo.
-Pintar. Crear. Volcar. Lo necesito, y aunque lo sé, lo pospongo.
-No permitir que la desidia me pueda tantas veces.
-Plantearme mis malos modos tan frecuentes con aquellos a los que más quiero (sobre todo con mi madre), tan indignantes cuando, a la vez, permito mucho sin deber hacerlo.
-Controlar mis compras compulsivas, basta ya de tanto exceso.
-Entender que no todo depende de mis actos, que la culpa y el reproche nunca sirven.

Y aquí paro. Doce puntos para doce meses, para doce uvas, para poder hacer balance dentro de doce meses…

Publicado en Sin categoría | Deja un comentario

Cerrando este año bisiesto.

Se me escurren las últimas horas de este 2012.
Gota a gota, el ciclo se completa, y al hacerlo, también se destruye.
Tiene algo épico eso de tender la mano a tu sucesor, a quien te suplantará, mirándole a los ojos, consciente y sin rencor y deseándole suerte, dándole una palmadita en el hombro en la última campanada, en ese segundo de cambio y esperanza, de vértigo y abismo.
En esa misma campanada en que se nos acumulan el resto de varias uvas en las boca, y a la vez se nos agolpan recuerdos y sueños, miedos y plegarias, inicios y cierres, luces y sombras, nostalgia -mucha- y ganas -todas-.
¡Tenemos tanto que aprender de los años!… se van como han venido, sin hacer ruido, cargados de opciones y posibilidades, -que pueden o no llegar a ser reales-, conocedores de su fin, facilitadores de su relevo.
Es por ello, quizá, por esa obsesión antigua de cosificar mis miedos, de trasladar mis angustias a los objetos, de salvarme y hacer justicia en cucharas, de matar soledades en familias de nubes, de croquetas o de hijos de puta, por lo que siempre miro con cariño al año que se va, porque sé que lo ha intentado, que ha puesto todo su empeño en ser un buen año.
Así, cuando llega esta fecha, me entra «penita».
Porque quienes somos como yo ya hemos claudicado a nuestras querencias, y a 31 de diciembre siempre escuchamos la voz bajita del abuelo año, que, apoyado en su bastón, le susurra a su hijo sus mejores consejos, humilde en su derrota, intentando transmitir sus enseñanzas para que, quién le releva, pueda completar su ímpetu juvenil con el viejo saber acumulado para intentar así corregir errores y destronar fracasos.
Con suerte, el joven año será consciente y sentimental, y entre la algarabía de su encumbramiento tendrá un momento de lucidez para entender la trascendencia de ese abrazo postrero, de la palmadita en el hombro y la caricia en el rostro, de las palabras sabias del año que se despide, que esconden, en esencia, un mensaje de esfuerzo, de fe, de confianza y empeño.
En suma, creo que esa lagrimilla que enjugo y disimulo en el brindis y los besos es la misma que siente el año nuevo al recordar y asimilar del todo lo que su padre le transmitió: el relevante papel que ahora le toca, el orgullo de ser depositario de grandes expectativas, la gran trascendencia de saberlo.
Pensando esto se me escurren estas horas de cierre, y aunque me asustan los balances casi más que las balanzas, aquí ando, kilo arriba kilo abajo, sin querer ahondar ni en haberes ni en debes, pero consciente, como siempre, como casi siempre, de la importancia de la actitud como estandarte, del buen sabor que me deja este 2012 bisiesto y algo cabrón que se me escapa, tan negro para tantos que yo, pese a mis desvelos y mis penas, pese a mis grises oscuros, sigo quedándome, por obligación, justicia, actitud, empeño y, qué coño, porque me sale, con lo bueno y con los sueños.
Habrá quién me tilde de inconsciente, pero creo firmemente que el 2013 tiene mucho que demostrarle a su padre y que, si le ayudamos, corregirá los errores históricos y heredados y nos dejará, al marcharse, una sonrisa de las buenas en los labios.
A por el futuro, que podemos.

Publicado en Sin categoría | 2 comentarios

De loterías, premios y luces claras.

Hay días que tradicionalmente son de apertura, y eso es lo que (me) pasa con el 22 de diciembre. Cuando, alrededor de las 9 de la mañana, el soniquete clásico de la lotería se me instala en el estómago y en la alegría –allá donde esté, difusa e intangible-, en el corazón y en la sonrisa, llenándome a partes iguales de esperanza y melancolía, doy por inauguradas las navidades, así, en plural: porque inauguro la navidad anual pero rememoro en ella todas las anteriores, las añoradas, las míticas, las antiguas, y también las por venir, las esperadas, las temidas, las posibles, las que espero mejores, o al menos buenas.

Y allá donde vaya me acompaña mi viejo transistor recuerdo de otros días, porque con el sonido reconocible y litúrgico de la lotería, me acuno, me apaciguo.

Hoy, sin embargo, me fallaron a partes iguales las pilas y la atención, porque, al cumplirse mi pronóstico de un gordo madrugador acabado en el único reintegro que no llevaba, pude centrarme en mi ocupación de la mañana, que pronto no necesitó de letanías ni plegarias en forma de sonidos tranquilizadores para devolverme la fe, la alegría y la sonrisa boba de la Ana de cuatro.

Mientras colocaba paquetes donados al banco de alimentos, un goteo constante de personas cargadas de macarrones, solidaridad, colacao, sabiduría, potitos y enseñanza me regaló la sensación impagable de borrar de un plumazo toda duda asentado en mi ánimo un estado perdurable de confianza y agradecimiento.

Así que aquí estoy, horas después, sabiendo que no es expresable la euforia que siento, la reconciliación con el mundo que paladeo, la sensación de posibilidad y futuro que me regalan aquellos que, con su esfuerzo, han acudido hoy a redondear una semana de aprendizaje y conciencia de que, si queremos, si dejamos al margen disputas y grises, sinsabores, baches y tristeza, sin duda podemos.

Y podemos porque nos sabemos necesarios y parte de algo, pequeños apoyos en un tiempo de mierda que requiere de muletas y luces.

Luz, como la que me ha regalado el señor de más de ochenta que apoyado en su cayata ha venido a colaborar con su paquete de arroz y su kilo de macarrones, que probablemente se ha quitado de comer. Luz, como la que se desprendía de los ojos infantiles orgullosos de colaborar; luz, como la que me aportan siempre mis amigos respondiendo raudos a mi llamada. Luz, como la que irradiaba la voz calmada de una madre al explicarle a su hijo de nueve que todo es cuestión de suerte, y que los que tenemos la suerte de poder comprar unas galletas y algo de leche tenemos que compartirla con aquellos que hoy no pueden hacerlo.

Luz, como la que sé que hoy desprendo yo gracias a todos ellos… y que cruzo los dedos porque brille mucho, recordándome, sobre todo en días de derrota y estupor, lo sencillo que es sentirse plena, feliz, satisfecha, orgullosa, consciente, agradecida y respaldada si se es capaz de mirar hacia lo bueno, dejando al margen habituales sinsabores y desganas que, con absurda frecuencia, dejamos que nos venzan aquellos que tenemos la obligación de no dejarnos, por ser, sin lugar a dudas, unos privilegiados en tiempos oscuros con el deber inexcusable de poner sonrisas, fuerza y esperanza en días de sombras. Porque todo se contagia, también el optimismo, y ese, hoy, es el único camino.

Publicado en Sin categoría | Deja un comentario